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Se está creando un anexo muy importante de este blog: el Blog de la Oveja Sabelotodo, un blog privado donde sacamos bromas hasta de los libros de historia y filosofía. Si el nombre te parece cómico, pospone tu risa para un momento de menos apuro y apresúrate a enterarte cómo puedes acceder. ¡Mira esta entrada!

REFLEXIÓN OVEJUNA

¿Por qué "Oveja Descarriada"? Porque si antes uno debía hacer las cosas mal para ser distinto, ¡ahora debe hacer las cosas bien, y será rebelde y mal visto por el resto de la manada! ¿No es absurdo?


sábado, 5 de diciembre de 2009

La increíble y triste historia de Elizabeth y el lapicero en el examen de Matemática

¡Hola! Antes de la entrada de hoy, ¡te recuerdo que el SÚPER HÍPER MEGA POST de hace dos entradas esta esperando a que lo leas, si aún no lo has leído!
Y ahora sí. Con el consentimiento de Elizabeth, a quien me encontré en el baño de mujeres comiéndose una galleta de chocolate con la mano derecha y peinándose el pelo con la mano izquierda, paso a exponer su increíble y triste historia:

Hoy Elizabeth tuvo un examen de matemáticas.
¿Qué tal lo dio?
Hasta el queque, respondió la implicada.

Mah, eso estuvo bastante mal. Perdóname, Ellie, seguiré.

Elizabeth entró a dar el examen a las 8 de la mañana en punto. Empujó accidentalmente a una compañera de salón al entrar al aula, la miró con gesto de disculpa, torciendo los ojos por el sueño, y recibó por toda respuesta una mirada de perro.
Vamos... bien, se dijo. Ah, como sea.
Sí, como sea.
Le tocó un asiento en la primera fila. Le dieron un examen. Escribó su nombre. Escribió su turno. Se murió su lapicero. Lo golpeó contra la mesa. Se murió más el lapicero. Miró al frente, pidiendo auxilio. El chico de su izquierda la miró y tapó su hoja enseguida. Ella lo miró más. El chico de la izquierda tapó la hoja con más insistencia. El profesor volteó a verla. Ella le hizo un gesto de angustia. El profesor le preguntó si había estudiado. Elizabeth se tragó una respuesta grosera y le enseñó su lapicero muerto. El profesor entendió de inmediato. El profesor se metió una mano dentro del chaleco gris que tienen todos los profesores y le ofreció un bolígrafo publicitario. Elizabeth le agradeció el gesto, cogió el bolígrafo y escribió durante quince minutos. El chico de atrás le preguntó si tenía lapicero. Elizabeth, absorta en su examen, respondió con brusquedad que no tenía. El lapicero inerte de Elizabeth, que ella ya no estaba usando, rodó por la mesa. El chico de atrás, frunciendo el ceño, le preguntó de nuevo si estaba segura de no tener lapicero. Ella negó con brusquedad. El lapicero inerte rodó hacia el chico de atrás y cayó al suelo con un ruido seco que desconcentró a toda la clase. El chico de atrás miró a Elizabeth con una ya conocida cara de perro (Dos enemigos en un día, Ellie! Cómo lo haces?). El profesor pasó al lado de Elizabeth y pisó el lapicero. Lo levantó y lo observó con serenidad de profesor, reconociéndolo, y le dijo a Elizabeth: No sirve, no? Elizabeth negó con la cabeza, todavía absorta en su examen. El profesor se llevó el lapicero, se paró delante del salón, alzó el cuerpo inmóvil y azul y lo llevó en alto al basurero. La clase ahogó un grito cuando el lapicero chocó contra el fondo vacío del basurero. Elizabeth se empezó a preguntar si podría abrir la envoltura de sus galletas de chocolate sin ser reprendida. No había desayunado. Sin embargo, no valía la pena. Estornudó y escribió 3x + ...
No! A ver: "3x +..." , ¡"3x +..."!
No!!!

La muerte del lapicero del profesor fue declarada en silencio. Elizabeth se ruborizó intensamente, miró al suelo y tuvo el valor de preguntarle al chico de la derecha: "Oye, uhm... ¿tienes otro lapicero?" Y el chico de la derecha: "Ah, eh, no. Tengo lápiz, si quieres". Y Elizabeth: "¡No! ¡no quiero lápiz, quiero un #$%# lapicero! ¡Dame un lapicero! ¡Quiero uno!¡Dámelo ahora, y también pásame la 3, que no me sale!"

Elizabeth: Caramba, Myriam, ¿por qué tienes que andar manipulando las cosas? Así no fue.
Myriam Stephie: Ok, ok, querida. Ya lo arreglo.

Ah, ¿en qué estaba? Oh, ya sé.

Tuvo el valor de preguntarle al chico de la derecha: "Oye, uhm.... ¿tienes otro lapicero?" Y el chico de la derecha: "Ah, eh, no. Tengo lápiz, si quieres". Y Elizabeth: "No, no, gracias. Lapicero quiero... Gracias, igual".
Elizabeth buscó al profesor con la mirada. Atrás, media clase levantaba la mano para pedir ayuda. Después de diez minutos de espera angustiosa, el profesor se fue del salón y dejó a tres parcticantes a cargo. El practicante número 1, que era el que Elizabeth conocía por razones que no vale la pena contar en esta increíble y triste historia, estaba apoyado en la mesa, mirando con cara de circunstancia la pared del fondo. El practicante número 2 estaba haciendo un cisne de origami con hoja de examen en blanco, y la practicante número 3 estaba recargada en la pizarra, meciéndose de un modo extraño que ninguno de los preocupados compañeros de Elizabeth estaba en condiciones de advertir. "De acuerdo", se dijo Elizabeth. "La 3 parece la más buena". Y la taladradó con la mirada. El practcante número 1 corrió al fondo del salón, donde el tramposo de la clase acababa de levantar la mano para hacer una pregunta. El practicante número 2 acababa de hacerle pico al cisne de papel, y la practicante 3 no miraba a Ellie. Angustiada, Ellie esperó. Como último recurso, levantó la mano, todavía taladrando con la vista a la practicante. Ella la miró con duda, dijo "¿Qué? ¿A mí?", y se acercó. Antes de que Elizabeth hablara, la practicante murmuró: "Dice el profesor que me dejes a mí el lapicero que te prestó". Elizabeth sintió cómo se ruborizaba. "Uhm... este... es que...", y garabateó su examen con el recientemente muerto lapicero. La practicante extendió sobre sus labios una sonrisa cruel. "Ah, ya. Dámelo". Con cierta molestia, la practicante se llevó al lapicero y regresó unos segundos más tarde con la nueva víctima, otro lapicero publicitario, propiedad del practicante número 2, que ahora hacía un barquito con otro examen en blanco.
Ellie terminó la prueba hora y media después de haberlo empezado; es decir, en la mitad del tiempo previsto. Salió de la clase como un tornado, atravesó el pasillo de dos zancadas, abrió su paquete de galletas y se atragantó con la primera antes de llegar al baño de mujeres, a donde llegué yo unos segundos después. Ella me invitó una galleta, me contó su increíble y triste historia, yo me reí de ella en su cara, le pedí disculpas, le pedí permiso para escribir lo que me había contado, ella me respondió: Ya pues. Nomás no lo pongas en ese horrendo blog que tienes. Yo le pregunté si me leía y ella me dijo que no. Yo sonreí con maldad y ella salió del baño confundida y triste.

PD: Oh, por cierto, yo también tuve examen de matemática hoy. Estaba dos mesas detrás de Elizabeth, pero no vi nada; estaba demasiado ocupada defendiendo mi examen del mirón del costado.
PDD: Más adelante planeo escribir otras historias de amigas mías! Ni tú te salvas, Guadalupe :D

4 comentarios:

  1. ME GUSTA CUANDO HACES QUE LA GENTE HABLE COMO MMM CARAJO COMO REALEMTNE SE HABLA PE
    No, no, gracias. Lapicero quiero...
    Y NO ASI
    Oh, vaya. Dámelo
    PERO ELI ME CAE BIEN BONITO NOMBRE PRECIOSA HIJA MIA ESCRIBES BONIBONI

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  2. Sister...no vayas a crear un cuentote d mi eh!!(naa d cocholate ni de ...en fin, ya no recuerdo qué ´más era)..jaja

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  3. Caramba, yo digo "Oh, vaya, dámelo"!!!!
    O al menos lo pienso así!!!!

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  4. Myriam!!!!jajajajajaja morí con esto xp!!!
    Ya ves!! te dije que sería genial si compartieras lo que escribias! Aunque sólo sean las cosillas que pasan por tu cabeza ;)
    Besines!

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