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REFLEXIÓN OVEJUNA

¿Por qué "Oveja Descarriada"? Porque si antes uno debía hacer las cosas mal para ser distinto, ¡ahora debe hacer las cosas bien, y será rebelde y mal visto por el resto de la manada! ¿No es absurdo?


miércoles, 23 de diciembre de 2009

Harry Potter 7: Las Reliquias de la Muerte, y Voldemort como el gran dictador

Lo que escribí hace un par de días:
Son las 23 horas con 21 minutos, y acabo de leer Harry Potter 7, Las Reliquias de la muerte.


Quien haya leído los seis primeros libros sabrá que uno llega a ese punto con un millón de dudas en la cabeza, mira el no tan voluminoso séptimo libro y dice: “Caray, ¿acá están todas las respuestas?” Los inexplicables hechos de los seis libros anteriores merecen una explicación. A decir verdad, la exigen a gritos.
Es una locura.
Aguanté un año entero sin leer el libro siete. Luego, me engullí los seis anteriores como preparativo. Y ahora que lo terminé… después de varias maratones de lectura ininterrumpida…
Bueno, ¿qué puedo decir? Me he tenido que contener para no señalar a mi hermano con mi dedo índice y gritarle “¡Expelliarmus!” (En realidad sí lo hice, mi voluntad no está muy firme que digamos. ¡Vamos, terminé el libro siete, hasta me tiemblan las manos!)
Una vez terminado este preámbulo, pasaré a saciar mis ganas de contarle a todo el mundo los spoilers que me están volviendo loca.

Uno pensaría que, cuando Voldemort toma el poder, nada de lo que existía en el mundo mágico tendría ya sentido, y que ya no existirían ni el ministerio, ni Hogwarts, ni los comercios… Sin embargo, una de las características principales de este reinado de Voldemort es su similitud con lo que suele ser un régimen dictatorial: control de los organismos gubernamentales (el Ministerio de Magia, en este caso), control de los medios de comunicación (el Diario El Profeta, y, posteriormente, El Quibbler), etc, a fin de mantener “estable” el sistema, pero en las manos equivocadas. Es evidente, pues, que Voldemort representa a un dictador. Y así —he de confesarlo— da más miedo. Controla Hogwarts, tortura e interroga gente… sólo le faltan los campos de concentración. Y esto último tampoco carecería de sentido: en vez de judíos, tendría a magos nacidos de muggles (“sangres sucia”), a quienes considera una raza inferior.
Oh, claro, las escenas en las que Harry, Ron y Hermione escuchan la radio clandestina de la oposición recuerda a ciertos pasajes de El Diario de Ana Frank, pero esto no viene al caso, de modo que seguiré.
Y al otro lado del ring tenemos a Harry Potter, señores, un niño de diecisiete años que va por el mundo con sus amigos Ron y Hermione, sin la menor idea de cómo destruir un horrocrux, y con tan poco ingenio e inexperiencia como para creer poder colarse al Ministerio de Magia (que es ahora el corazón de un sistema corrupto) con un poco de Poción Multijgos y un par de Sortilegios Weasley. A lo largo de la primera parte del libro, uno realmente se cuestiona la capacidad de Harry, el Elegido, el único que puede acabar con Voldemort, debido a su increíble capacidad para cometer errores que le pueden costar la vida. Ron parece vivir sólo para quejarse, y la única que parece tener cierta entereza en los momentos de crisis es Hermione, aunque ella tampoco es infalible. En ciertos momentos, muchos de los personajes no parecen darse cuenta de qué tan peligroso es el mundo exterior, donde los mortífagos pueden pasearse libres por las calles, quizá hasta con un importante cargo y mucho dinero en el bolsillo. Hasta se pone en duda la capacidad de Rowling para escribir el libro. Uno aguarda con ansias que desde la primera página salten las respuestas a los misterios que Rowling ha sembrado a lo largo de toda la saga y, hasta la mitad del libro, sólo encuentra una respuesta y más preguntas que agregar a la lista. Hasta la búsqueda de horrocruxes se vuelve odiosa.
Entonces, ¿es Harry Potter y las reliquias de la muerte un mal libro? Por supuesto que no. Nótese que, líneas arriba, he aclarado que estos inconvenientes se encuentran en la primera mitad del libro, más específicamente, después de la Batalla de Hogwarts.
Ah, ¿qué puedo decir de la batalla de Hogwarts? Simplemente, A GOOD ONE, JK!
Me encantó la batalla de Hogwarts, por si no lo han notado ya. Si bien Harry no está al frente, tenemos vistazos de los hechos principales, quiénes mueren, cómo atacan, el esperado (esto puede arruinarte el libro si no lo has leído, retrocede mientras todavía puedas) beso entre Ron y Hermione —un beso poco verosímil, a mi juicio—, la desgracia de Malfoy, Crabbe lanzando hechizos imperdonables a diestra y siniestra, el secreto de la Dama Gris —quien aparece solo en este libro, creo yo— y su historia con el Barón Sanguinario, Percy diciéndole “Hola, ministro. ¿Mencioné que voy a renunciar?” al nuevo y mortífago Ministro de Magia mientras le lanza rayos con su varita… No sé si asegurar que es mi capítulo favorito; lo que le ocurre a Snape y su encuentro con Harry en el capítulo siguiente generan una imagen difícil de olvidar. Sin embargo, he de asegurar, por más que me haya gustado La Batalla de Hogwarts, que el capítulo que se lleva las palmas es “La Historia del Príncipe”. (Vienen los spoilers grandes). En él descubrimos que Snape tiene corazón, y que su odio a Harry, si bien no es justo, al menos tiene una buena explicación. Se trata de un capítulo plagado de respuestas, lleno con todo lo que queríamos saber: desde el por qué Dumbledore muere tan fácilmente cuando en los libros anteriores había demostrado ser un mago hábil hasta el por qué Harry habla pársel, incluyendo el por qué tía Petunia odia todo lo relacionado con la magia. Además, se nos proporciona la deliciosa imagen de Sirius, James Potter, Lily y Snape, todos de once años, viajando por primera vez en el expreso de Hogwarts. La verdad concentrada, tan pura que el leerla hace que a uno le tiemblen los dedos: creo que he decidido cuál es mi capítulo favorito. Sin embargo, tiene un defecto: no termina de resultar verosímil la explicación el romance frustrado de Snape. Por ser un hombre tan detestado —y detestable—, no termina de encajar que la justificación por su conducta sea, en un 90%, un amor no correspondido; las palabras amor y Snape no riman. No obstante, el capítulo es tan bueno que uno termina obligándose a aceptar que esa es la verdad.
El capítulo siguiente, “El Bosque de nuevo”, está diseñado para que los lectores puedan llorar con libertad. La idea de la muerte, tan sorpresiva en el capítulo anterior, aquí es aceptada pasivamente, casi con valentía. Es que, a fin de cuentas, ¿es valentía que Harry decida no sacar la varita para defenderse? El contenido de este capítulo se maneja, pues, a un nivel subjetivo: el mundo de las misteriosas —y aparentemente inexistentes— emociones de Dumbledore, los pensamientos de Harry en el momento más crítico de su vida… y algunas respuestas más. Al acercarnos al final, el panorama de la historia completa va terminando de aclararse.
El penúltimo capítulo teje el principio del final con un punto enrevesado que hay que leer dos veces a fin de entender bien qué tiene que ver la protección que Lily Potter le da a su hijo con su sangre y con Voldemort. Supongo que a muchos lectores les habrá parecido una carta sacada de la manga, y es muy posible que lo sea, pero dados los hechos que nos han sorprendido antes de llegar a ese punto de la trama, los datos nuevos son acogidos con alegría y obligados por la mente de quien lee a encajar. Siguiendo la lectura, el último capítulo da una serie de knock outs al lector, debido a su gran intriga y carga emocional. Neville convertido en héroe —al menos a mis ojos—, Harry cubierto con su capa invisible, Ron y Hermione llorando, la señora Weasley echándole maldiciones imperdonables a Bellatrix Lextrange…
Y luego el final. Ah, claro, y luego viene el epílogo, pero yo no lo encuentro agradable, especialmente de tantas escenas intensas.
Algunos aspectos generales:
- A partir del cuarto libro, JK parecía haberle cogido cierta afición al interesante arte de matar personajes, porque se ejercitaba en cada libro nuevo que escribía. Eso me hacía pensar en ella como una mujer que pone los nombres de sus personajes en una hoja de papel y los mira fijamente, decidiendo a quién va a matar ahora. En este último libro, las muertes se presentan inverosímiles —por lo menos, las tres últimas—: el lector no termina de adaptarse a lo que está ocurriendo. Sin embargo, el punto a favor de JK es que las muertes en la vida real son comunes cuando estamos hablando de una guerra —y un mortífagos vs. Orden del Fénix es eso, una guerra—, y muchas veces no es fácil aceptarlas.
- Hace poco, una amiga egresada de Literatura nos comentó a mí y a un grupo de estudiantes que era fan declarada de Harry Potter, y que aceptaba que la narración de JK no era maravillosa, pero que los libros no dejaban de ser buenos. Eso es cierto. Los libros están hechos para ser visualizados, al punto de casi ignorar las palabras. En este último libro, sin embargo, JK se pule un poco al principio y al final. A mi juicio, no fue una buena decisión. El libro no sufrió grandes daños, pero uno sospecha que la narradora no está siendo sincera: frases muy retocadas generan desconfianza.
(Es curioso que yo esté diciendo eso).
- Entonces, ¿HP 7 resuelve todas las dudas acerca de la saga? Yo considero que sí. A diferencia de los anteriores, es un libro denso. No contiene material prescindible (como la información sobre la vida escolar de Ron, Harry y Hermione que aparece en los otros libros), y si no responde directamente a una pregunta pendiente, sugiere la respuesta.
En resumen, ha sido un libro bueno. Fin del post. Nos vemos en el siguiente.

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