Hace días, semanas quizá -sí, creo que fueron semanas- terminé de leer "La Dama de las Camelias", entre horas de hospital -ay, tengo una horrenda y divertida anécdota sobre lo que me pasó en el hospital, lo escribiré después-, de viaje en autobús, de siesta y de almuerzo, hasta terminar con el ejemplar que mi hermana me regaló hace dos años.
El autor, Alejandro Dumas hijo -recordad que su padre escribió "El Conde de Montecristo" y "Los tres mosqueteros"-, decidió verter en estas páginas una historia real: la del romance que vivió con la cortesana más hermosa de la Francia de esa época, Marie Duplessis. No usó los nombres verdaderos: la cortesana en la ficción se llama Margarita Gautier, y su amante, Armand Duval. Sin embargo, esta historia no muestra el "amor ideal", sino el modo en el que muchas veces los seres humanos podemos comportarnos con nuestras emociones. A mi juicio, el logro más grande de Dumas hijo es el de haber podido extraer la esencia del sentimiento que él compartió en su juventud con la señorita Marie Duplessis y plasmarla fresca en el papel.
Si está llena de sentimiento, ¿cómo es que digo que esta no es una historia de amor ideal?
(Ya saben que vienen los spoilers, no tengo que anunciarlo, ¿verdad?)
Armand ve a Margarita Gautier, la juzga hermosa (y lo describe con esmero, por supuesto), la imagina delicada, pide ser presentado a ella y se encuentra con una cortesana sin educación que lo recibe con risotadas y se burla de él cuando éste, decepcionado, se va dramáticamente.
Y es en este momento en el que uno, como lector, le grita a Armand: "Pero, por Dios, ¿quién te ha dicho que las mujeres hermosas tienen que ser como los hombres esperan que sean?" Hurgando con cuidado en el pensamiento de Armand, el lector se da cuenta de que él considera, muy en el fondo, que la mujer es un objeto ornamental, extraordinario, dulce y sublime, sí, pero objeto al fin y al cabo.
Sin embargo, este raro pensamiento -no tan raro en esa época, la Francia del siglo XVIII, probablemente- se va disfrazando de amor mientras Armand busca otro acercamiento con Margarita. Le comunican que la mujer que él busca es cortesana -lo que él ya sabía-, que está gravemente enferma y que vive con un viejo duque, su protector, por el momento. Sin embargo, Armand Duval, tan enamorado como cree estar de esa mujer, no puede refrenarse cuando la ve, al cabo de un tiempo, y pide nuevamente a un amigo que se la presente. Recuerde el lector que ya se la habían presentado, y que la escena había sido inmensamente vergonzosa. Ella, como era de esperarse, no lo recuerda. Decide cenar con él, en compañía de un amigo común y de una mujer amiga de ella llamada Prudencia Duvernoy. La cena, que empieza con un Armand enamorado y lleno de esperanza, va volviéndose más escandalosa con cada vaso de vino, y termina con un Armand avergonzado y una Margarita que se ríe a gritos de un millón de chistes obscenos, hasta entrar en un ataque de tos que horroriza a Armand.
Esta escena es digna de ser enmarcada, pues muestra el comportamiento de ambos con claridad: Margarita, la mujer hermosa que no será nunca lo que Armand quiere de ella, pero enferma y digna de compasión; mientras que Armand es el hombre compasivo, sincero y dulce, el que se ha prendado de ella desde el primer momento y que sólo espera una oportunidad para acercarse y cuidarla, demostrarle que él la estima como nadie la ha estimado nunca...
Mujeres, ¿alguna vez han soñado con un hombre así?
Hombres, ¿alguna vez se han sentido como un hombre así?
EL problema de este patrón amoroso que tan bien se ve estando escrito es que, en la práctica, no funciona como se supone que debería funcionar. Armand, esa noche, sigue a Margarita a sus habitaciones y se pone a llorar al verla enferma. Le pide que le dé una oportunidad y le explica sus tan hermosos planes de una vida romántica a su lado. Ella le aclara que quien quiera estar con ella no debe ser celoso -recuerde el lector que estamos hablando de una cortesana- y debe, solamente, "amarla sin condiciones". Si es así, ella acepta. Armand de inmediato le dice que sí, que lo que sea con tal de estar a su lado, y la relación empieza.
Un momento, señores.
¿Armand Duval la ama? ¡Por supuesto que no! El lector se da cuenta, en un primer lugar, que Duval está en una posición llena de sufrimiento por una mujer a la que ha visto un par de veces, lo que no deja de ser extravagante. Se puede disculpar, digamos, pensando en que Duval es un romántico y punto. Pero después se puede concluir que él quiere con ella, más que una relación sentimental corriente, algo que le dé a él el título de dueño de ese objeto tan preciado que es Margarita Gautier.
Oh, por Dios, ¿por qué le prometió a Margarita que no iba a ser celoso?
Si es que, en el título de esta entrada, he calificado a Armand Duval de "amante bipolar" es porque lo es. Realmente está entre el amor y el odio a esa mujer que genera tantas emociones en él. Puede terminar su relación con ella carcomido por los celos y odiarla, puede volver a sus pies rogándole perdón, puede besarla y luego sentir ganas de encerrarla en un armario bajo llave para que no esté nunca con nadie más, puede dejarla irse y jurarle que aceptará que ella continúe siendo cortesana...
¿Qué no puede hacer este hombre? ¿Y por qué Margarita acepta estos extraños cambios de ánimo?
En un principio, Margarita no se toma en serio las reacciones de su nuevo amante y lo acepta nuevamente cuando él le pide perdón después del primer desplante. Ella no parece tener mucho interés. A pesar de que Armand es un joven rubio y alto de buena familia, Margarita, con tantos pretendientes, seguramente lo vería como uno más del montón. Ella, la hermosísima cortesana, va cambiando poco a poco sus sentimientos hacia él. En el momento menos pensado, el lector se encuentra con una mujer completamente enamorada, loca por Armand al punto de dejar su vida acomodada y empeñar sus posesiones más valiosas y vivir por y para él -además de vivir con él, lo que causa cierto revuelo en la sociedad parisina-. Si bien es en este punto en el que la trama alcanza su clímax en cuanto a romanticismo, a lector -al menos, a mí- le genera una sospecha sobre la veracidad de la historia. ¿Cómo es posible que la cortesana espontánea y poco educada se vuelva una mujer abnegada y locamente enamorada? Por supuesto, las cosas no son sólo amor y felicidad. El padre de Armand se opone a la relación, pero, aún así, la historia tiene un evidente tinte a falsedad, especialmente si recordamos que está basada en la propia historia de amor del autor. Entonces, surge la sospecha de que Alejandro Dumas hijo está tergiversando los sucesos. La mujer de sus sueños, la cortesana en la que se inspira el personaje de Margarita, Marie Duplessis, ¿habrá cambiado también a ser una muchacha cegada por una pasión increíble? No lo sé. Es posible creerlo si pensamos que un enamoramiento pasional -nótese que no digo "amor"- puede lograr cosas difíciles. No obstante, hacia el final de la novela, Margarita deja de seruna muchacha loca por Armand para pasar a ser una mujer que merecería ir al cielo, y que lo hace todo por un amor masoquista. La situación: se ha visto obligada a dejar a Armand por ideales nobles, y ahora debe soportar sus burlas y engaños postrada en su lecho de muerte. Agoniza, murmurando que lo perdona, invoca a Dios (¿las cortesanas de esa época creían en Dios?)y muere -como diría García Márquez- como una hermanita de la caridad. Perdónenme la ironía, pero es difícil de creer que Marie Dupplessis, de quien Dumas hijo se enamoró, haya tenido ese final tan angelical. Lo que uno como lector infiere es que él hubiese deseado que su historia de amor terminara así. Entonces, emerge de uno cierta compasión hacia Dumas.
Para entender un poco mejor a este autor, debemos saber que su padre -sí, el magnífico escritor- lo tuvo fuera del matrimonio y le hizo pasar una infancia algo desagradable. Su madre, a los ojos de Dumas hijo, era una muchacha abandonada por un hombre, de modo que creció con una pena crónica hacia las mujeres en desgracia. Por culpa de las dificultades que pasó en su infancia, tuvo que aferrarse a la moral religiosa con toda su alma y escudarse en ella, al menos en apariencia. Años después, al enamorarse de una cortesana, su moral entró en conflicto con sus sentimientos, y es por eso que al final del libro pone a Margarita arrepintiéndose de su vida como cortesana, algo que a él le hubiera encantado que su amada Marie Duplessis haga en su lecho de muerte, para expiar sus culpas -y las de él, por supuesto-.
En suma, este libro nos ofrece una completa y sincera exposición de uno de los matices más peligrosos del amor. Más que una historia romántica, es una confesión de un amor muy realista al principio y muy fantástica al final, pero siempre escondiendo el núcleo de una pasión triste que dejó a un escritor enamorado con una pluma en una mano y con el corazón en la otra.
Fin del post.
Oh. Si han leído esto sin haber leído el libro, no se preocupen: la muerte de Margarita es anunciada al principio de la novela, así que no les he arruinado nada -sólo la trama de en medio-.
NOTA IMPORTANTE
Se está creando un anexo muy importante de este blog: el Blog de la Oveja Sabelotodo, un blog privado donde sacamos bromas hasta de los libros de historia y filosofía. Si el nombre te parece cómico, pospone tu risa para un momento de menos apuro y apresúrate a enterarte cómo puedes acceder. ¡Mira esta entrada!
REFLEXIÓN OVEJUNA
¿Por qué "Oveja Descarriada"? Porque si antes uno debía hacer las cosas mal para ser distinto, ¡ahora debe hacer las cosas bien, y será rebelde y mal visto por el resto de la manada! ¿No es absurdo?
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..............http://youtu.be/qh0Xtrsg19k.........
ResponderEliminarTe comparto tu opinión en mi flickr,me ha encantado.Gracias!